Jamás olvidaré la imagen que aquella mañana abrieron mis ojos en la borda del Molchanov. Hasta dos veces tuve que frotármelos (y alguna vez que pellizcarme) para realmente discernir si era realidad. Resultaba inverosímil. Un lugar de tal hermosa belleza no podía existir en este mundo. Y, de hecho, esto realmente era así. Estaba lejos del mundo de los hombres. La sexto continente nos hacía el regalo más bello que había vivido hasta ese instante. Estaba en Neko Harbour, el paraíso helado de la Antártida.
Os prometo que la foto es real, sin extras ni añadidos y no hace justicia con lo que allí se percibía.
- Desembarco en Neko Harbour, Antártida
- El ascenso a la mejor panorámica de Neko Harbour
- Soledad infinita en un lugar de inhóspita belleza
- El legado del pasado en Neko Harbour (y algún susto)
- El baño antártico de un viaje a la Antártida
Desembarco en Neko Harbour, Antártida
El sol iluminaba completamente el cielo austral. Era la primera vez desde que la exploración antártica, que nos permitía este pequeño y viejo buque expedición ruso, abandonara Usuahia, dejando preciosos colores de distintas tonalidades azules en los icebergs más cercanos.
Neko Harbour es una pequeña bahía dentro de la Bahía Andvord, descubierta y mapeada por la expedición de Gerlache, cuyo nombre viene del buque ballenero de Christian Salvesen que "disfrutó" de este privilegiado espectáculo entre 1911 y 1924. Aquí dejamos fondeando el Molchanov mientras desembarcamos en la playa más cercana
Volvemos a pisar tierras de la penísula antártica y no islas de alrededor. Aquí volvemos a ser meros espectadores de la vida que nos rodea. El zoo somos nosotros. Los pingüinos, focas y demás fauna hace su vida sin apenas inmutarse.
Como esas focas que parece que vivieran en una siesta infinita a las que casi podemos tocar pero no queremos (ni debemos) molestar ...
.. o lo simpáticos "juanitos", disfrutando de su baño mañanero con ese divertido, a la vez que simpático, caminar.
El ascenso a la mejor panorámica de Neko Harbour
Nuestro reto del día nos llevaba al pico más cercano. Un día y un lugar tan hermoso no podía dejar pasar unas de las mejores vistas del planeta helado, una bahía de tan hermosa como inhóspita, con el sol iluminándola mientras se erguía tímidamente tras las montañas.
Pasito a pasito, a pesar de no utilizar raquetas de nieve hoy, lográbamos alcanzar cota y bordear la "pequeña colina" para divisar decenas de "peritos morenos" con grandes glaciares a punto de caer al agua en esta época del año.
Soledad infinita en un lugar de inhóspita belleza
Y efectivamente, la cumbre nos deja la postal de toda la aventura. El sol en pleno apogeo, los icebergs con cientos de colores, las montañas nevadas reflejadas en los verdaderos espejos del agua casi helada a sus pies. Por momentos dan ganas de, literalmente, llorar de una emoción difícil de transmitir.
Pero es posible que el momento que estaba al llegar fuese todavía el más emotivo que he vivido en ninguno de mis viajes. Con mis compañeros bajando hacia otra pequeña playa, me encontré allí sólo, observando el horizonte, en un completo silencio solo roto por los continuos estruendos de glaciares rompiéndose a lo lejos por el inusual calor del sol cayendo a las gélidas aguas. Era un instante de soledad infinita en un lugar de inhóspita belleza. ¡Un regalo único!
El legado del pasado en Neko Harbour (y algún susto)
Descendiendo encontramos restos asociados a la matanza de ballenas. Hoy estos antiguos barcos balleneros son lugares de alojamientos de los nidos de pingüinos que pronto darán a luz a nuevas crías
Cerca de la playa donde desembarcamos hay un glaciar muy fracturado que tiene pinta que en cualquier momento va a sufrir algún desprendimiento. Hay que tener cuidado.
A veces me parece imposible entender como en unas condiciones climáticas tan adversas y un entorno natural tan inhabitable, pueden sobrevivir unas criaturas tan increíbles. Son verdaderos "seres extraordinarios"
Y, de repente, pasa lo que tenía que pasar. Se produce un desprendimiento al otro lado y apenas conseguimos tomar una foto mientras corremos a posiciones más altas. Se ha creado una ola que puede barrer fácilmente la playa en algo parecido a un "mini-tsunami".
Por suerte, hemos reaccionado rápido pero aquello que pisábamos hace unos momentos ha sido "devorado" por el agua.
El baño antártico de un viaje a la Antártida
Josep dice que ha escuchado que están trayendo unas toallas a la playa del desembarco y corre hacia allí. Si, efectivamente, hoy es el día. Hay que hacerlo, a pesar de la extrañeza de algún "lugareño". No se puede desaprovechar una oportunidad así.
¿Pero a cuanto puede estar este agua? ¿Y cuando salgamos? ¿Aguantaremos apenas unos segundos ahí metidos? Esto es mejor no pensarlo
Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! ¿Pero puede estar más fría? ¡¡Esto es horroso!! Estoy bañándome en las aguas más gélidas del planeta pero sólo puedo pensar en como se me retuercen los tobillos en estos momentos ..
Lo que no voy a negar es que no he tenido una sensación térmica tan confortable como la de salir de esas aguas y estar a unos cuantos grados más con el sol pegando fuera. Es como sentirse a 25 o 30º en las playas del Caribe, jaja.
Es hora de abandonar las Tierras de Graham, estas que nos han permitido disfrutar una de las experiencias más increíbles y maravillosas que hayamos tenido nunca. Nuestra travesía nos deja un mar de postales (y algún instante único) para recordar en esta humilde bitácora y en mi memoria y corazón viajero para siempre.
Atrás queda ese témpano emitiendo un sonoro estruendo cayendo sobre el agua o los simpaticos pingüinos, mis queridos “Juanitos” de mirada perdida ...
... de multiples poses ...
... o los más deportistas a pié de playa
Atrás dejo también ese verdadero museo de esculturas glaciares e icebergs de distintos tonos, reflejos, colores, que gracias a ese trípode que no me abandona he conseguido captar.
La tierra, nuestro planeta, está llena de lugares realmente hermosos, maravillosos, donde el tiempo se detiene para permitirnos disfrutar de ellos durante unos minutos y hacernos entender en esos momentos lo pequeños e insignificantes que somos. La Antártida es todo aquello que buscaba y mucho más. Es un planeta a parte dentro de nuestro propio planeta al que solo se puede acceder pagando el duro precio del Paso Drake. Es muy difícil quedarse con uno de esos lugares pero si tuviera que hacerlo no tendría ninguna duda. Ese lugar, mi paraíso del hielo, se llama Neko Harbour.
Isaac (y Paula, mi fiel complice y acompañante en esta ocasión desde la lejanía)