Ya no está mi perro. Tras casi 15 años conviviendo con nosotros mi Tom se ha tenido que ir, se ha tenido que marchar para no sufrir más. La decisión ha sido muy difícil de tomar. Nadie se imagina el sentimiento tan profundo que un animalito te puede generar y como te cambia la vida cuando ya no está a tu lado, cuando ya no te mira tiernamente, ni te reclama sus necesidades más básicas, cuando sus ojitos ya no te buscan con admiración y cariño.
Para mi que antes nunca tuve un perro, hubiera sido muy difícil de entender todo este sentimiento que me invade hoy, pero ahora lo entiendo y siento un profundo dolor al comprobar que en cada rincón de mi casa se siente la ausencia de mi viejito, a pesar de sus achaques, a pesar de su pesadez y su insistencia en reclamar a todas horas la comidita, incluso a pesar de todas esas pastillas que tenía que recordar de darle cada día y su dificultad, cada vez mayor, en tragarlas, a pesar de todas estas cosas, le extrañaré por mucho tiempo, y recordaré sus hazañas de cachorrito rebelde, su posterior madurez mucho más tranquila y su vejez pesada, con un poco de angustia.
Me alegra pensar que tuvo una buena vida, que nos dio y le dimos todo el cariño que se puede dar y esperar de un animal.
Era para la familia un tierno personajillo consentido y caprichoso que nos hacía la vida más feliz a todos. En principio la finalidad de traerle a casa fue la de hacer compañía a la abuela, objetivo que conseguimos realmente, porque para ella fue un gran compañero. Recuerdo sus palabras cuando en un bis a bis extraño y especial le miraba y le decía “Tu y yo perrito, que suerte tenemos. ¡Vaya vidorra que nos pegamos!” y todos nos reíamos de sus conversaciones con el, que la escuchaba atentamente como si realmente comprendiese sus palabras.
Cada uno de nosotros albergó en su corazón ese sentimiento de amor hacia los animales, que nunca antes habíamos experimentado, por supuesto muy diferente al amor hacia otro ser humano, pero no por eso menos profundo. Consiguió quizás hacernos un poco más comprensivos y mejores, ya que los animales dan un cariño incondicional sin pedir nada a cambio, como solemos hacer las personas por desgracia. Bueno quizás lo único que reclamaba era algo que echar a la boquita, que en eso este perrito, era todo un experto; pero a cambio, te daba la alegría, la fidelidad, la compañía y el cariño que solo un animalito es capaz de dar a sus amos.
Yo pienso que los animales hacen que uno saque lo mejor de su interior y enriquecen los sentimientos. Hacen que se ablande el corazón de casi cualquier ser humano y así se demuestra en algunas terapias utilizadas hoy en día. Será quizás porque no son capaces de llevarnos la contraria que es al final lo que todos deseamos, que nos quieran sin condiciones, nos admiren y nos acepten como somos sin más, y eso es lo que obtenemos de ellos. Algo que parece ser tan difícil de conseguir entre los que nos llamamos la raza humana inteligente.
Donde quiera que esté mi Tom, si es que los animales están en alguna parte después de morir, quisiera que supiera que le extrañamos y que siempre formará una parte importante de nuestros recuerdos porque con su presencia consiguió darnos una de las etapas más felices de nuestra vida.
Te quisimos perrito.