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África

Kenia - Tanzania

Realmente estos países no le dejan indiferente a nadie, por motivos bien diferentes, primero porque la pobreza es la mayor de las características de casi todos sus habitantes y después porque la riqueza natural que poseen es infinita, a pesar de que sean otros quienes se aprovechen de ella.

Kenia se encuentra en el este de África, en el océano Índico. Tiene cuatro zonas diferenciadas: la meseta central dominada por el valle del Rift que la atraviesa de norte a sur, la meseta occidental, donde se encuentran el lago Victoria, el monte Elgán y los principales Parques Nacionales de Kenia;

El monte Kenia, se encuentra en el centro del territorio, al norte de Nairobi, y es la cumbre más alta del país y la segunda de África, tras el Kilimanjaro.

Casi todos vamos a Kenia con la ilusión de contemplar la diversidad de su fauna salvaje, que es realmente el mayor atractivo para los turistas.

Aterrizamos en Nairobi, aunque tan solo contemplamos la ciudad mientras salíamos del aeropuerto y la atravesábamos de un lado a otro para coger la ruta que nos llevaría a nuestro primer destino el “Lago Nakuru”

Nuestro Lodge era realmente confortable, como casi todos los que atraen al turismo en este tipo de viajes. Estaba separado de la zona salvaje por una simple alambrada, a través de la cual se podían contemplar los búfalos en la lejanía.

El Parque Nacional Lago Nakuru de Kenia, a 157 km de Nairobi, está cerca de la ciudad de Nakuru, en el Valle del Rift. La zona es refugio de aves migratorias, en especial flamencos, que son realmente un espectáculo cuando se reúnen en grandes cantidades y como no, porque su variedad de animales es considerable también. Pudimos ver el rinoceronte, tanto blanco como negro que, por lo que se ve, este último es bastante difícil de encontrar.

Durante nuestro garbeo por el Lago Nakuru, hubo un momento en que estábamos contemplando un grupo de monos babuinos, sobre todo a uno que era el patriarca de la manada y que nos dio un buen susto, porque en un momento determinado, aprovechando que nuestro coche tenía el techo levantado para contemplar el panorama, se nos coló este “señor gran mono” por este hueco, con el fin de apropiarse de nuestra mochila. Suerte que Abi, nuestro conductor, se dio cuenta a tiempo y pudo evitarlo; si no, menuda movida hubiéramos tenido, ya que nos hubiésemos quedado sin pasaportes.

Nada paso afortunadamente y seguimos nuestro maravilloso paseo, que, como era el primero, nos iba dejando boquiabiertos a cada rato, porque una cosa es ir al zoo y otra cosa ver semejante espectáculo in situ.

Al día siguiente pusimos rumbo a la reserva natural de Masai Mara. Otro impresionante lodge nos esperaba, en el que la terraza de nuestra habitación daba al rio Mara, y desde ella podíamos contemplar hipopótamos y cocodrilos desde una altura bastante cercana.

Pasamos unos días recorriendo Masai Mara con sus impresionantes parajes y su incoparable vida salvaje; con el cuerpo molido por el traquetreo que hay que soportar en estos safaris, porque, como es natural no existen carreteras, sino caminejos indescriptibles en algunas ocasiones, donde a veces parecía que el todoterreno iba a caer en picado por algún que otro barranco.
Los atardeceres africanos en plena sabana son especiales y dignos de mencionar. El color rojizo te invade y te hace sentir como si estuvieses en otro planeta.

Al día siguiente, nos levantamos a las cuatro de la mañana para poner rumbo al lugar donde tomaríamos un globo, nuestra primera experiencia en este medio. Veríamos la sabana amaneciendo y eso fue muy muy especial.

Después de una hora de camino en la que vimos, entre otros animales, hienas aprovechándose de las piezas cazadas por otros depredadores, llegamos a tiempo para observar como inflaban el globo en el que subiríamos. En un momento y casi sin darnos cuenta estábamos flotando en el aire. Era una sensación desconocida y placentera, difícil de describir, como flotar en una pompa de jabón.

Tras una hora a la deriva, contemplando el amanecer y cuanto nos rodeaba, bajamos para degustar un espléndido desayuno en plena sabana. Fue una bonita experiencia.

La hora de cenar era igualmente un poco mágica, rodeados por tanta naturaleza y acompañados por nuestros amigos Abi y Pepa, nuestro conductor y nuestra guía, dos buenas personas que hicieron que este viaje fuera tan especial y de las que guardamos un gran recuerdo.

Tengo que decir que no todo fue tan bueno y maravilloso en este viaje. Pasamos algún momento verdaderamente apurado también y uno de ellos fue cuando tratando de pasar la frontera de Kenia a Tanzania, nos comunicaron que nuestro visado solo era para tres días y habíamos estado cuatro, por tanto, llevábamos un día ilegales en el país. Nos dijeron que nos tenían que arrestar y que además, como era viernes y según ellos, la corte no se reunía hasta el lunes, debíamos permanecer arrestados, por lo menos, hasta entonces.

Yo con cara de terror escuchaba las palabras del policía de aduana y no daba crédito a lo que sucedía. Nosotros habíamos seguido las instrucciones de Pepa para el visado. Nos había aconsejado que sacáramos el visado de transito que supuestamente era suficiente, ya que íbamos a pasar después a Tanzania. Suponíamos que ella, que ya había llevado a mas gente, sabía de que iba el tema y le hicimos caso.

Semejante lio era demasiado para mi cuerpo. Llame a Pepa para que hablara con el poli y le explicara, pero éste no parecía hacerle ningún caso e insistía en nuestro arresto. Llamé a Abi a ver si tenía más suerte que ella y le explicaba mejor la situación. El insistió en que nosotros no habíamos salido de las reservas y que ya habían traído a mas gente de la misma forma, pero el poli erre que erre en sus trece. Así llevábamos unos veinte minutos sin ningún resultado, minutos que fueron eternos y en los que la cara de Antonio, mi marido, era un poema, ya que al no entender ni palabra de inglés, no comprendía nada de lo que estaba sucediendo y me preguntaba y me miraba desconcertado.

Por fin Abi dijo las palabra mágicas y le pidio a Pepa que sacara 200 dólares y se los diera al poli y “voilà”, mano de santo, esta fue la solución porque el poli corrupto hizo la vista gorda y cambio de actitud en un pis pas, pero menudo mal trago que nos hizo pasar el desgraciado. Me veía en un calabozo mugriento, separada de mi marido y sin saber nada de nada, menos mal que todo quedó en una anécdota para contar y nada mas, pero tengo que reconocer que fueron 20 minutos de angustia.

Por fin en Tanzania, recorrimos el Serengueti, que viene siendo continuación de Masai Mara, solo que en otro país. Alucinante como el anterior por su diversidad. Seguimos contemplando a esos maravillosos animales, que en vivo y en directo impactan en su habitat más que en ningún otro lado. Íbamos atravesando poblaciones y contemplando a sus gentes, vestidas de colores alegres, así como los poblados Masais y su especial forma de vida. Los niños se acercaban a las carreteras con la ilusión de que les saludáramos con la mano. Algunos que eran extremadamente pequeños, podías verles cuidando sus minúsculos rebaños, tambien vimos a alguna niña, casi bebe, bailando en la cuneta pidiendo dinero, instigada por sus padres a hacer semejante barbaridad. Sus caras sonrientes eran el vivo ejemplo de que la sonrisa no tiene nada que ver con lo material, o lo que uno cree que es la felicidad. Otros niños más afortunados vestían uniforme escolar.

En Tanzania existen algunos de los asentamientos humanos más antiguos, incluyendo los de la garganta de Olduvai donde se han encontrado las huellas humanas más antiguas (3,6 millones de años) en Laetoli.

La verdad es que es un país fascinante. Después de recorrer el Serengueti nos dirigimos a nuestro siguiente destino el Crater Ngorongoro.

La zona de conservación del Ngorongoro, se sitúa en el norte de Tanzania, a algunos kilómetros del famoso Parque Nacional del Serengueti, una de las mayores reservas ecológicas de toda África. Se trata de un Cráter volcánico inactivo de 20 kilómetros de diámetro y que se eleva 600 metros por encima del nivel del mar, situado justo en medio de la sabana. Es Patrimonio Mundial de La Unesco desde 1979, y desde el año pasado se ha ampliado su extensión para albergar unos restos arqueológicos importantes que incluyen huellas y restos de Homo Habillis. Probablemente lo que despierta mayor interés en el Ngorongoro es su fauna. Se calcula que hay unos 25.000 ejemplares de grandes animales, entre los que se encuentran el rinoceronte negro, animal especialmente amenazado, del que quedan unos pocos ejemplares en el mundo, unos pocos de ellos en el Ngorongoro. Allí se pueden ver todos los típicos animales de la sabana, como elefantes, leones, antílopes, cebras, hienas, jirafas, hipopótamos, leopardos, ñus, búfalos, guepardos, flamencos, avestruces, babuinos, chacales, etc., un verdadero arca de Noe. En el cráter habita la etnia de los Massai, cuyos poblados se sitúan al pie del volcán, que es a donde acuden a pastorear con sus rebaños.

Fascinados concluimos nuestro paseo por el cráter y al atardecer nos dirigimos a nuestro alojamiento, esta vez un lodge de un italiano afincado en Africa y cuyas estancias no eran de tela como los anteriores sino una especie de motel con terraza mirando hacia una puesta de sol espectacular. Disponíamos de una chimenea encendida en nuestra habitación, gracias a la cual la frialdad del ambiente se disipaba. En este lodge nos avisaron de que al salir al restaurante o a otras dependencias, no nos alejáramos demasiado o fuéramos en la compañía de alguno de los masais que vigilaban el complejo, ya que los moradores de la sabana eran paseantes habituales del lugar y podían sorprendernos con una visita inesperada.

Realmente en sus diversas estructuras los lodges en Africa están muy bien acondicionados para que no falte nada, de todo aquello a lo que estamos acostumbrados los visitantes, sin perder la esencia del lugar donde se encuentran, y esto hace que sean lugares increíbles para disfrutar del entorno.

Al día siguiente teníamos previsto visitar lo que sería nuestro último paraíso del reino animal en el continente Africano, “el lago Manyara“ otro lugar impresionante donde contemplar de nuevo la vida en su más extenso significado.

Una vez fuera de allí recorrimos las tiendas locales en busca de algún que otro suvenir para llevar. Eran tiendas superpintorescas, artesanía pura, llenas de colorido y cosas curiosas e interesantes para recordar mas tarde aquellos lugares.

Al día siguiente nos dirigimos al aeropuerto para volar hacia Zanzibar, donde pasaríamos unos días en sus increíbles playas para descansar. Pienso que un safari no debería durar más de 7 días. Es más cansado de lo que a primera vista uno puede suponer. El hecho de ir metido en un vehículo tantas horas por los caminejos de las reservas, es realmente agotador y no puede uno prolongarlo demasiado porque el cuerpo acaba mazado de botar y botar como una pelota dentro de los vehículos, aun así no deja de ser una experiencia recomendable.

Pues bien, nos dijeron que haríamos una escala en algún lugar antes de aterrizar en Zanzíbar; craso error, fueron cinco aterrizajes hasta llegar a nuestro destino, un sube y baja de avioneta, en pistas de arena, hierba y otras lindezas que acabaron hasta gustándonos y formando parte de nuestra aventura. En el primer aterrizaje, En las faldas del Kilimanjaro, dejamos a un par de aventureros en medio de la nada y así pasó en las restantes paradas. Ibamos dejando a gente en lugares donde aparentemente no había casi nada alrededor más que naturaleza.

Al fin llegamos a nuestro destino y nos alojamos en un hotel de la capital, Stone Town, donde pasaríamos esa noche para al día siguiente dirigirnos hacía las playas. Salimos a dar un paseo, como es nuestra costumbre lo de explorar un poco el lugar, después cenamos en la terraza superior del hotel para acabar el día rendidos de tanto ajetreo.

Al día siguiente salimos a recorrer el gran mercado de la capital. Era enorme y pintoresco y en él se podía ver de todo lo imaginable, carnes al sol, pulpos y pescados por el suelo, ropas, verduras, frutas, etc. Todo esto en unas condiciones menos que aceptables para todos nosotros, pero la curiosidad es grande cuando uno recorre mercados de otros lugares del mundo y comprueba la diversidad de formas de comerciar. Es algo verdaderamente interesante.

Al medio día nos dirigimos en un taxi que nos vino a recoger hacía lo que sería nuestro próximo alojamiento en Zanzibar, un hotel a hora y media de la capital, formado por cabañitas junto al océano Índico, muy adaptado al entorno natural.

Todo era paz y tranquilidad, baño, siesta, tumbona al sol o a la sombra, paseos por la playa, comidas o cenas a la luz de las velas en plena arena. Muy apetecible para descansar un tiempo, aunque para nuestro gusto, no más de tres días. ¡Somos un culo inquieto..!

El turquesa del mar era tan increíble que, al juntarse con el horizonte, formaba una gama de azules irreales y fantásticos de contemplar.

Desde nuestra tumbona, cada mañana, veíamos llegar a los nativos, casi todos niños y niñas, en busca de una especie de almejitas pequeñas que recogían durante toda la mañana bajo un sol de justicia, para luego vender en el mercado. Era fascinante verlos juguetear y trabajar. Las niñas envueltas desde pequeñas en sus velos, ya que Tanzania es un país musulmán, y los niños, algunos de ellos extremadamente pequeños, escarbando en la fina arena blanca y cargando sus recipientes de bichitos.

No podíamos dejar de mirarlos, era espectacular contemplarlos jugueteando con sus vestidos coloreados y esa alegría de vivir, en su extrema pobreza. Alguno nos acompañó en alguno de nuestros paseos por la orilla. Quería hablar con nosotros. Sentía mucha curiosidad y al darle algunos bolígrafos, empezó a llamar a otros colegas hasta hacer que fueran una pandilla de acompañamiento, a los que regalábamos bolis, que era todo lo que llevábamos en aquel momento en la mochila para darles. Eran agradecidos y alegres y estaban encantados de pasear a nuestro lado.

Uno reflexiona y se da cuenta de que la felicidad no tiene mucho que ver con las pertenencias, más bien es un estado mental que te irradia desde el interior, como pasaba en el caso de estas criaturas risueñas y felices en su carencia material.

Tuvimos un pequeño percance uno de los días. Me hinche como un globo. Mi cuerpo se lleno de granos y mi cara parecía la de un monstruito. Desde recepción llamaron a un médico de la aldea más próxima. Yo estaba aterrorizaba solo de pensar en el pinchazo que me iba a recomendar y en la jeringuilla con la que me lo iba a proporcionar, pero al fin llego un morenito con su maletín y me diagnosticó una alergia alimentaria o a algún bicho de por allí y sacó unas pastillas de antiestamínicos empezadas ya, de las que me dio unas cuantas para tomar y una pomada ya empezada también para darme en los granos. Me tranquilicé al ver que no se trataba de ninguna cosa peor y que no me iba a administrar ninguna inyección con jeringuilla compartida, je,je.

Llegaron a su fin nuestros días en Zanzibar y vino a buscarnos un taxi que nos pidieron desde la recepción. Subimos en él y a unos cuantos kilómetros paró para que subiera otra persona en el vehículo. Yo me mosquee bastante ya que unos días antes de nuestro viaje, habíamos visto un reportaje en el canal viajar que se titulaba “viajes de pesadilla” y era también en Zanzibar. Una pareja cogía un taxi para ir al aeropuerto en su día de regreso y se les incorporaba otra persona, como en este caso, solo que era de noche y les amenazaban con que si no les daban todo lo que tenían, les acusaban de llevar droga …etc…Todo esto me vino a la cabeza y empece a preguntarle al conductor por qué recogíamos a otra persona. Me explico que él se quedaría en la capital y el otro volvería con el taxi. Era una explicación verad, pero yo no pude evitar ir mosqueada durante la hora y pico que duro el trayecto al aeropuerto recordando el famoso reportaje.

En fin son cosas que pasan cuando uno anda en un lugar desconocido, donde cualquier cosa es posible y te puede sorprender.

Emprendimos desde allí nuestro vuelo a Estambul, donde nos reuniríamos unos días con nuestra hija para conocer esta espectacular ciudad.

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Sobre MCarmen Sastre
Chavetas Senior, soñadora y viajera desde que un viejo coche, un hornillo y unas latas permitían viajar por Europa. Orgullosa de heredar ese gen de la "abuela Chavetas" por mis venas. ¿Quién sabe? Lo mismo un día conozco esas "Celipinas" que tanto decía...
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