Tarde de abril, sábado y con lluvia.
Día tranquilo y sin expectativas. Muy distinto al fin de semana pasado en que la luz del sol y la temperatura convidaban a la alegría, a la fiesta y a ese sentimiento de inicio del buen tiempo que es tan embriagador.
El comienzo de los días soleados, el verde nuevo de las hojas de los árboles, las primeras flores de la primavera, los pájaros alborotados que no cesan de canturrear y como no, alguna que otra mariposa en el jardín libando flores.
Parece un poco cursi pero todo ello te lleva a renacer un poco, a levantar el ánimo y a sentir el espíritu en un orden y una paz que no se dan en cualquier otra estación.
Cada época del año te inspira un sentimiento diferente y la primavera es el de la vida, de la resurrección, del renacimiento de todo lo bello que vuelve a suceder ordenadamente en su ciclo anual.
El domingo pasado, atrapados por esa euforia, decidimos comer en el jardín, tumbarnos al sol y disfrutar todos juntos de la comida, la charla, un buen café y nos sentimos afortunados de estar los cinco en compañía.
Como siempre nada es perfecto y las ausencias se extrañan y se piensan cada día.