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Malasia

Estoy al otro lado del mundo, de mi mundo conocido. En un lugar que hasta hacer poco ni sabía que existía “Las Islas Perhentian” en Malasia. Un trozo de paraíso perdido en el mar de china, aislado del mundanal ruido, en una cabaña en esta playa remota donde todo es paz y armonía y el tiempo se detiene ajeno a las crisis económicas de los poderosos que nos quieren hundir en la miseria.

Este viaje ha sido de contrastes.

Primero Singapur, una megápolis sorprendente en la que se funden armónicamente diferentes culturas con una paz y convivencia increíbles de la que ya he hablado.

Después Malasia, isla de Borneo compartida con Indonesia. La parte malaya es la que hemos visitado.

Borneo es el tercer pedazo de naturaleza más importante de nuestro planeta. Su jungla, junto con sus moradores hace que lo sea.

La zona de Sarawak, la que primero hemos visitado en la que se integra el Parque Nacional de Bako, increíblemente bello. Jungla y mar se mezclan formando un universo especial o Semengooh con sus orangutanes a los que denominan “El hombre de Borneo” ya que comparte el 96% de su A.D.N. con los humanos y realmente cuando los observas así parece por sus comportamientos.

Es una fantástica visión contemplarlos con sus crías a través de los árboles, ajenos a nuestras miradas.

Se encuentran en peligro de extinción, gracias como siempre, a nosotros los seres inteligentes de este planeta que todo lo destruyen.

Y uno reflexiona y piensa ¿Cómo puede ser posible que primen los intereses que llevan a la destrucción de este tipo de vida emocionante y perfecta?.
Sus ciudades también impactan, Kuching, Miri, con esa mezcla de habitantes compuesta de malayos, hindúes, chinos, etc. en perfecta convivencia y donde casi el pleno empleo hace que sus habitantes al menos no carezcan de lo imprescindible.

Se nota que es un país emergente donde todo está por hacer y al ser uno de los principales exportadores de petróleo del mundo su avance progresivo se puede notar en cada rincón.

Nos cuentan que fabrican un utilitario pequeñito a bajo precio para que todo el mundo pueda disponer del suyo, ya que el coste del carburante no supone un problema para nadie por el precio ridículo al que se vende para ellos.

También impactante el Sultanato de Brunei al que dedicamos un día completo, digo impactante porque parece sacado de cuentos infantiles, de esos que nos contaban cuando éramos niños.

Un sultán rodeado de riquezas en un gran palacio, inasequible para el resto de los mortales, un pueblo fiel y sumiso que le adora como a un dios y un montón de mezquitas de un lujo extraterrenal, donde se da culto a su dios.

Realmente sacado de un cuento, transportado a la vida real e incomprensible en la época actual.

En cada ciudad malaya existe una zona denominada “The water village” el pueblo del agua, donde las casas están construidas dentro del mar y conviven miles de personas con sus propias escuelas, clínicas y servicios esenciales.

Sorprenden algunas de sus casas grandes y bonitas, mezcladas con otras tremendamente humildes.
Nos cuentan que el gobierno concede un pedazo de terreno en el agua para que alguien se construya una casa y después va pasando a sus descendientes. En algunas de ellas viven hasta tres o cuatro generaciones; abuelos, padre, hijos, nietos…Son realmente llamativas. Nos dicen que los más ancianos viven de la pesca, pero los más jóvenes, parece ser, que no siguen esta tradición.
Seguimos nuestro variado viaje y pasamos de la región de Sarawak a la de Sabah. Llegamos a la ciudad de Sandakan a la que llaman “la puerta a la vida Salvaje” por encontrarse a la entrada de la jungla de Borneo.

La ciudad esta junto al mar, es un revoltijo, anárquico, de carácter musulmán, desde donde se puede coger el barco hacia “Turtle Island” y allá vamos a pasar la noche. Nos llevará llegar 1 o 2 horas, dependiendo del estado del mar.
Llegamos a media mañana a este pedazo de edén, desde donde se pueden contemplar bastantes pequeñas islas alrededor, algunas de ellas pertenecientes a Filipinas que comparte la conservación de las tortugas con el gobierno malayo.

Nos damos el primer baño en una playa solitaria, donde el agua esta tremendamente caliente a pesar de que el día esta nublado.

Y uno piensa en ese momento “Esto si que es un pedazo de paraíso”.

Al atardecer paseamos alrededor de la isla esperando que llegue la noche para poder ver las tortugas desovar.

Nos cuentan que todas las noches en la playa se produce el milagro, vuelven algunas después de recorrer miles de kilómetros y cavan una oquedad en la arena, donde ponen sus huevos y los entierran con sus aletas, después el personal de la reserva rescata los huevos para protegerlos de los depredadores y los llevan al recinto para su incubación durante 8 semanas. Etiquetan a la tortuga para cerciorarse de que algún día volverá a la isla y cavan un hoyo para enterrar los huevos una vez identificados con el nombre de la mamá y con el número de huevos puesto por ésta.
Pasadas las 8 semanas de incubación, el personal desentierra a las crías que salen de sus huevos, pequeñitas y espabiladas y las depositan en la playa cerquita del agua para que sigan su camino hacia la vida. Muchas de ellas no lo lograrán, serán devoradas según el ciclo de supervivencia pero la mayoría lo conseguirán.

Doy fe de los tres pasos que acabo de contar porque tuvimos la gran suerte de verlos en vivo y en directo.

A eso de las 7,30 estallo la tormenta mientras cenábamos. Eran las 9,30 y seguían los rayos y truenos además de una lluvia torrencial.

De repente entró el guarda y nos avisó de que las tortugas acababan de llegar. Allá fuimos bajo la lluvia que en aquel momento ya empezaba a amainar.

Fue una experiencia fantástica comprobar que todo lo que nos habían contado estaba sucediendo delante de nuestros ojos.

Una cosa es ver los documentales de la tele, a los que estamos tan acostumbrados, y suelen ser estupendos y otra cosas es presenciarlo.

No nos dejaban usar los flashes ni las linternas, solamente el guía podía alumbrar brevemente el proceso para no interrumpirlo, pero estábamos allí y estaba ocurriendo una vez más el milagro de la vida.

Una tortuga enorme desovaba ante nuestras miradas expectantes.

Era increíble, después la tortuga trataba de tapar con sus aletas los huevecillos, enterrándolos mientras una persona los recogía cuidadosamente para protegerlos, como ya dije.

Mas tarde vimos los otros dos pasos del proceso y sobre todo fue emocionante comprobar la liberación de los pequeñines, escapando de la arena, donde los depositaban, corriendo hacia el agua y hacia una vida futura llena de peligros acechantes en las que deberían sobrevivir por si solas.
Aunque parezca una historia fantástica muchas de ellas identificadas previamente por el centro de conservación, volvían tras haber recorrido miles de kilómetros.

De vuelta de Turtle Island nos recogió un vehículo que poco a poco nos fue adentrando en la Selva de Borneo, en la parte del río Kinanbatangan, donde pasaríamos los próximos tres días en un resort. Al llegar al lugar, atravesamos en barca el río hasta alcanzar nuestro increíble hospedaje. Se trataba de una cabaña de dos pisos que estaba súper equipada y cómoda, a través de la cual se podían escuchar los sonidos emocionantes de la selva, que en algún caso eran tan estruendosos que nos despertaban.

Allí cada mañana y tarde salíamos en barca por el río para contemplar la vida salvaje o para caminar por las difíciles sendas, más bien inexistentes, y adentrarnos en un mundo fantástico y peligroso, sin duda fascinante, en el que podíamos observar sobre todo monos narigudos, de esos que tan solo habitan en Borneo o los orangutanes que ya viéramos con anterioridad, cocodrilos, pájaros exóticos y demás animalillos. Tan solo nos quedo el elefante pigmeo de Borneo que no se dejo ver ninguno de esos días, lo que nos dio bastante pena. Hubiera sido el no va mas poder contemplarlos, pero claro está no se trataba de un zoo sino de ver un hábitat natural impredecible.

De vuelta de la selva comimos en una colina en Sandakan. Se podía contemplar el mar y la ciudad a nuestros pies, una bella postal para guardar en la retina, después visitamos el templo budista que no nos sorprendió demasiado, teniendo en cuenta los ya vistos en China. Mas tarde visitamos el gran mercado de Sandakan, tremendamente grande y lleno de productos entremezclados y desordenados, pero bien surtido.

Después nos esperaba una larga espera para coger el vuelo que nos llevaría, previa noche en Kuala Lumpur a las Islas Perhentian, desde donde empecé a escribir este relato.

El trayecto en barca duró una hora y poco más. A nuestra llegada al resort que nos albergaría los cuatro próximos días tuvimos que desembarcar en plena playa, lo que hizo difícil el sacar las maletas sin mojarse.

Nuestra cabaña estaba en la playa, mirando a un mar de un azul transparente y bello que te invitaba al baño y por la parte de atrás nos rodeaba la exuberante jungla que era inaccesible. En fin que durante estos días pudimos descansar de nuestro viaje en un entorno paradisiaco y súper tranquilo. Era lo más parecido a ese lugar que todos soñamos alguna vez, cuando necesitamos paz y armonía, pero que al cabo de unos días resulta aburrido cuando estás acostumbrado a ir de un lado para el otro en busca de cosas diferentes. No obstante nos sentaron de maravilla esos baños de un mar cálido, a pesar de los peces mordilones que lo habitaban y que de vez en cuando te sorprendía con algún que otro bocadito en el trasero.

De allí nos dirigimos a Kuala Lumpur, nuestra ultima parada de este viaje. Otra ciudad sorprendente de tan solo millón y medio de habitantes de todas las etnias que ya he mencionado. Una ciudad bulliciosa y dispar, donde se entremezcla la modernidad más absoluta con el caos de tráfico y las distintas formas de vidas y culturas, con sus barrios árabe, chino e indú y sus inacabables mercadillos, impresionantes centros comerciales, mezquitas, sus joyerías estrambóticas en sus diseños, abarrotadas de Indias a los que tanto les gusta adornar a sus mujeres con joyas ostentosas.

Desde allí también nos acercamos en el tren a conocer las cuevas de Vatu, donde además de presenciar una boda indú, nos enteramos de que es el principal sitio de peregrinación de éstos desde la capital. Realmente llamativa e impactante su entrada y además bien surtida de macacos ladrones cuya principal ocupación es robar las bolsas a los turistas en busca de comida o abrir las mochilas, como fue nuestro caso.

Singapur y Malasia, dos mágicos países que jamás olvidaremos y que quedarán en nuestro cofre de recuerdos para siempre.

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Sobre MCarmen Sastre
Chavetas Senior, soñadora y viajera desde que un viejo coche, un hornillo y unas latas permitían viajar por Europa. Orgullosa de heredar ese gen de la "abuela Chavetas" por mis venas. ¿Quién sabe? Lo mismo un día conozco esas "Celipinas" que tanto decía...
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