La habitación hacía esquina, inmensamente grande y con una terraza desde la que se podía contemplar parte de las zonas de ocio del hotel y nuestro pedacito de playa paradisiaca de Honolulu, la capital de Hawaii, entre palmeras.
Era increíble para nosotros observar aquel panorama mañanero del Hilton en un sitio tan lejano de nuestra casa. Justo en las antípodas de nuestro país. Doce horas de diferencia horaria eran demasiado y es algo que nos pasaría factura a nuestro regreso. Demasiado jet lag para cualquier cuerpo.
Una visita por Honolulu, la capital de Hawaii (y alrededores)
Lo primero que hicimos fue ir al restaurante a pegarnos un buen desayuno, ya que, siguiendo las costumbres americanas, la comida no sería más que un "tentenpie" hasta la hora de la cena.
Desde nuestra mesa, al exterior, podía contemplarse el jardín tropical, lleno de plantas, cascadas y algunas aves exóticas, tales como flamencos, una especie de pingüinos tropicales, etc.
Este es un diario "honorífico/nostálgico" que, al contrario que el resto, está contado a los 29 años tal y como lo recuerdo en el momento de escribirlo, mucho tiempo después. Si has llegado hasta él, decirte que no tiene una función práctica sino como álbum de recuerdos de nuestros inicios viajeros en familia, sin cuidado ortográfico. Disculpa por adelantado.
También podíamos ver el pedacito de la playa de Waikiki que le correspondía a nuestro hotel. Era un encanto de lugar, además de que al bufet no le faltaba de nada, casi podías elegir cualquier cosa que se te ocurriera para un desayuno.
Después de esto, estuvimos haciendo tiempo, esperando al conductor-guía que vendría a buscarnos para recorrer la capital y sus alrededores. Asi que entretanto anduvimos descubriendo todo lo que nos podía ofrecer el hotel, tiendas, restaurantes, etc.
Por fin llegó el guía que nos acompañaría durante aquel día a recorrer Honolulu y sus alrededores. Era un mejicano, con ese acento especial de aquel país y que a mi me recordaba muchísimo a las peliculas de cantinflas que tanto le gustaba a mis padres.
Comenzó nuestro recorrido por la capital y sus proximidades tales como Diamond Head que es un lugar característico conocido tanto por los lugareños como por los turistas. El cono volcánico es también un monumento estatal de los Estados Unidos.
Un pequeño recorrido a pie lleva al borde del cráter, desde donde se tiene una vista privilegiada y en detalle de la ciudad de Waikiki y del Océano Pacífico.
Es todo un símbolo de las Islas Hawai reconocido en todo el mundo. Muchos recuerdos y logotipos de tiendas de surf de todo el mundo llevan la peculiar silueta del volcán.
Después de subir a este lugar desde donde las vistas de Honolulu eran espectaculares, nos dirigimos a la ciudad para recorrer sus rincones más importantes. Por ejemplo, el palacio Yolani que pertenecía al primer monarca hawaiano David Kalakua o un monumento al Kamehameha I que se ubica en la plaza delante del edificio de Juicio Superior.
Cerca del barrio chino se encuentra el barrio Tantalu. Los turistas van a dar un paseo por la localidad donde es posible observar bosques de piñas de belleza mágica, pasear por valles y contemplar los paisajes montañosos.
En fin que así se pasó la mañana y después aprovechamos para disfrutar de nuestro rincón paradisiaco de playa en el hotel durante toda la tarde.
Al atardecer presenciamos algunas actuaciones de folclore hawaiano en el jardín del hotel entre antorchas encendidas, de lo más pintoresco y después, como no, una buena cenita en el restaurante exterior, donde habíamos desayunado por la mañana y desde el que tuvimos la oportunidad de ver los fuegos artificiales nocturnos, que realmente todavía a día de hoy no sé que celebraban.
Tras haber difrutrado este primer día en un lugar especial nos fuimos a dormir ya que la noche anterior no habíamos descansado demasiadas horas con la ilusión de nuestro siguiente día en esta isla fascinante.
Waikiki Beach, la playa de Honolulu
Nuevo amanecer espectacular en nuestra esquina privilegiada del hotel Hilton Hawaiian Village. Una vez más, preparados para desayunar en el maravilloso buffet junto al jardín tropical con vistas a la playa.
Realmente merece la pena ahorrar para disfrutar de este tipo de viaje, aunque tengas que renunciar quizás a tener otra clase de cosas, pero ya se sabe, cada uno tiene sus preferencias. Hay a quien le parece que gastar tanto dinero en tan poco tiempo no luce, pero yo particularmente pienso que viajar es algo que jamás te deja insatisfecho, con sus buenas y sus malas experiencias, pero las retinas se llenan de colores, y los demás sentidos se inundan de sensaciones que no pasan con el tiempo, jamás se olvidan y quedan para siempre en el baúl de las vivencias personales como un gran tesoro. Para mi es una inversión en experiencias de vida como la que era pisar aquellas playas de Waikiki Beach de Honolulu soñadas durante muchos años antes
Eran las expectativas para este día, disfrutar de la playa hasta llegar la tarde en que nos vendrían a recoger para a dirigirnos a una cena hawaiiana fuera del hotel, así que aprovechamos para darnos unos cuantos chapuzones tranquilamente en nuestro particular rincón de Wakiki Beach y las instalaciones del hotel
25 años después la memoria no es lo que era y no recuerdo lo que cenamos pero si el agradable rato que pasamos los cuatro contemplando aquel espectáculo pintoresco y charlando relajadamente con unos portugueses que estaban igualmente encantados del espectáculo y que se asombraban de como habíamos viajado tan lejos de casa con nuestros hijos todavía no demasiado mayores.
Bailes tradicionales, música pegadiza y vestimentas que solo antes habíamos visto en películas se sucedieron las siguientes horas
A la vuelta nos dejaron en una zona llena de puestecillos de la capital donde había un cierto ambiente de callejeo nocturno contagioso y donde aprovechamos para comprar alguna que otra cosilla de bisutería antes de ir caminando hacia el hotel para finalizar nuestro día
Mª Carmen (y la familia Chavetas)