Hace como treinta y cuatro años, conocí a un chaval, medio barbilampiño. Llevaba una perilla que imitaba la de un chinito mandarín y el pelo largo para la época, que teniendo en cuenta que aun era la franquista, y que su cabello era rizado, ¡parecía demasiado!. De aquella los jóvenes tratábamos de rebelarnos, como pasa y seguirá pasando a esas edades, solo que en esos días, los símbolos de la disconformidad tenían que ser visibles, dado los momentos que vivíamos.
Cuando fui conociéndole pensé que su apariencia hippy no hacía honor a sus circunstancias personales que eran las de un universitario de la escuela de caminos, canales y puertos, en ningún caso “niño de papa”, como se podía pensar; no, más bien todo lo contrario, pues estaba allí por mérito y esfuerzo y más de una vez yo podía comprobarlo, cuando nos encontrábamos en el metro; él de camino a la universidad y yo de camino a mi trabajo. Yo entonces le preguntaba “¿Dónde dejaste el coche?, pues tenía un Reanult-12 amarillo, que sería después como nuestro primer hogar, y él me respondía: “No hay pelas para echarle gasolina”.
Bueno pues ese chaval, “es mi chaval” y mañana cumple 56 años, y seguimos juntos después de muchos caminos recorridos. Tiene las sienes de color gris, canas que fueron saliendo como símbolo de que ha vivido, pero he de decir que no le sientan nada mal, más bien al contrario. Ya se sabe que a los hombres lo del pelo gris les hace interesantes, al contrario que a las mujeres, que parece que todo se nos pone en contra para envejecer antes que ellos.
Su aspecto ya no es el de chico hippy, evidentemente han pasado algunos años, pero siento que la vida no cambio su espíritu de niño grande, al que le sigue gustando gastarme bromas “que me cabrean momentáneamente” y que echaría en falta si no se hubiesen mantenido a lo largo de todo este tiempo.
Mañana sucederá de nuevo lo del tirón de orejas, lo de cantar el cumpleaños feliz, lo de los regalos, etc., solo que no estaremos todos como de costumbre, pues nuestra benjamina está buscándose la vida y el amor un poco lejos, en Italia. Aunque tengo que decir que parece feliz y eso es lo que importa, “la echaremos de menos”.