La diosa fortuna, a veces, es caprichosa con las personas.
Hay gente que nunca obtiene un pelín de la citada diosa, ni por asomo, y uno piensa en tales circunstancias: “como la mala suerte se puede ensañar con ellos”.
En otras ocasiones ocurre lo contrario, por ejemplo con la lotería, A veces es como la varita mágica que nadie conoce, pero en la que solo empiezas a creer cuando has sido el agraciado.
Así es la vida misma que hoy me hace reflexionar sobre mi entorno y ver las cosas en su verdadera dimensión, llegando a la conclusión de que, hasta el momento, me encuentro entre la gente más favorecida.
Afortunada por tener a gente que me quiere y a la que quiero profundamente, y no es ninguna perogrullada, como puede parecer, porque en esta vida, las mayores frustraciones son debidas a la falta de amor, a la soledad y al abandono de los sentimientos, independientemente de la cosa material, que también, no hay que negarlo, tiene su importancia.
Pienso en mi compañero de tantos años y todavía compruebo que existe nuestra complicidad y nuestro cariño, que no es poco, después de tanto tiempo.
Pienso en mis hijos y creo, como cualquier madre, que son los mejores del mundo, ¡que novedad! ¿eh?... Pero es que es así. Que mayor alegría que la de comprobar que han llegado a ser mayores y saber que se valen por si mismos y que están llenos de capacidades. El caso contrario, que también existe, sería una auténtica frustración para mi. Podría querer decir que no fuimos capaces de que fueran buenas personas y autosuficientes con el manejo de sus destinos, y por todo esto mi orgullo es perfectamente demostrable.
A pesar de los años sigo teniendo a mi madre junto a mi, y aunque es viejita, muy viejita, es una fuente de energía positiva para toda la familia por su carácter especial.
Hasta tengo un perro tragón como una piraña que nos inspira en la familia un montón de ternura y nos da su fiel compañía.
¿Qué más se puede pedir?. Se pueden pedir muchas cosas, pero las más importantes están ahí, y yo las valoro ahora, que es el momento de valorarlas, ahora que son una realidad, ahora que aun no son ni recuerdo ni nostalgia, ahora que llenan mi vida y forman parte de ella.
Por eso, quiero cantarle a la vida y mostrarme agradecida con ella. ¡Hurra por la vida!