Leyendo el blog de mi hija, me pongo a pensar y comparto su libro imaginario, similar al que ocupa mi mente en algunas ocasiones.
Yo también en mis ratos de soledad imagino tener un espacio donde todos los seres que quiero puedan estar próximos a mí, sin distancias ni ausencias.
Algún día yo también me fui de mi Madrid querido, el que vio mi infancia, el que me vio crecer, el que sabía de mis ilusiones y mis desvelos, el que albergaba mis esperanzas de juventud, siempre apoyada y rodeada por la que entonces era mi única familia.
Un buen día me fui de mi ciudad para empezar una nueva vida, también llena de ilusiones y proyectos junto a la persona con la que quería pasar mi presente y mi futuro, y nunca mejor dicho, mi futuro, que por aquel entonces iba dentro de mí. Estaba embarazada de mi primer hijo y todo prometía ilusión, a pesar de tener que dejar atrás a los míos y el pasado.
Así fue que hoy tengo mi propia familia, pero cuando creí que por fin todos, o casi todos, me rodeaban según mis deseos, mi hija se fue de mi lado, como yo entonces, en busca de su propia historia. Una vez más el destino me juega una mala pasada y me vuelve a separar de alguien querido.
Yo se que es ley de vida todo esto, pero, a pesar de ello, a la mayoría de la gente se le cumple este sencillo deseo; suelen tener la suerte de reunirse sin problemas de distancias, cada vez que quieren.
Me imagino también en un sitio cálido, donde los huesos no se enmohezcan como en esta ciudad donde ahora vivo, que a pesar de que la quiero por todos los años vividos en ella, no dejo de reconocer que la lluvia eterna que la invade no permite que los huesos se sequen y que la artrosis no acabe atacando a cualquiera que la habite.
Veo a mi compañero de ruta con el pelo blanco jugando al football con unos enanitos que serían el símbolo de nuestra proyección en el tiempo. Veo a las abuelas paseando al calorcito del atardecer riñendo a nuestro querido Tom y veo a mis hijos junto a mí compartiendo sueños e inquietudes que, como no, forman parte de todas las existencias. Veo tantas cosas cercanas y próximas en el tiempo que me gustaría seguir soñando eternamente para que así la "distancia" se alejara por fin de mi vida.
Yo opino lo mismo sois todos unos artistas... Haceis doscientas mil cosas y lo mejor de todo que se os dan todas muy bien. Me encantó el relato. Paula
Madre, eres una artista. No sabes lo que daría yo por un achuchoncito. No veo la hora de un churrasquito en el jardín. Besos. Te quiero, Miriam