Hablar de Nueva York es desatar un montón de sentimientos contradictorios sobre una ciudad indescriptible, en la que todo puede suceder, desde los acontecimientos mas insólitos e insospechados hasta la cercanía de seres de distintas culturas conviviendo de una manera nunca vista, al menos en una proximidad tan extrema.
Juntos pero no revueltos. Coexisten en la "City" un amasijo de etnias que luchan por sobrevivir, en un lugar donde las mejores oportunidades siempre las tendrán los más pudientes, como en casi todos lo lugares del mundo, pero aquí esto se hace mas notorio, ya que los que trabajan en los puestos mas serviles, siempre son la misma gente.
La posibilidad de estudios universitarios o de medicina, tal y como nosotros la entendemos, allí, no es más que una utopía, si no eres de la clase privilegiada. Tal vez no te falte un puesto donde ganarte la vida, una vida claro para sobrevivir, sin más aspiraciones.
Por otro lado no deja de sorprender la grandeza de esta ciudad, en otros sentidos. Todo es a lo grande, a parte de los edificios, te sumerges en sus avenidas como hormiguita viajera, al margen de sus excentricidades, al margen de los acontecimientos cotidianos, como si fueras uno mas, como si fueras invisible para el resto de los humanos que te rodean, y pateas sus calles con plena libertad, sin sentirte extraño en aquel ambiente arrollador.
Pasear por Nueva York es toda una experiencia. Admirar Central Park, los espectaculares rascacielos, que no dejan pasar el sol en sus ostentosas avenidas, sus pequeñas miniciudades internas, como Greenwinchvillage, el Soho, Chelsea, Tribeca, Chinatown o littleitaly entre otras o sus fabulosos puentes sobre el río Hudson, sus increíbles museos, sus teatros en Broadway o la ajetreada Times Square, donde cualquiera monta su propio show. Esto, por no mencionar el ajetreado ir y venir por las tiendas y grandes almacenes que invaden los distintos barrios o la contemplación de la ciudad desde el Empire State o el Top on de Rock del Rockefeler centre.
Tuvimos la suerte de contemplar una ciudad sumida en un colorido de otoño impresionante, que junto con los preparativos navideños le daba un toque especial, especial bien entendido, para los que vivimos inmersos en las sociedades consumistas como la nuestra que poco sabemos de los que no conocen este tipo de disfrute masivo.
En fin en "la ciudad que nunca duerme" como se suele decir de ella, y según se puede comprobar parece que es así, nada te deja indiferente, para bien o para mal, vale la pena conocerla, vale la pena criticarla y admirarla, vale la pena saber de sus contradicciones y como no, vale la pena recordarla.