Los tímpanos empiezan a rechinar como si el altavoz de un concierto formase parte de mi. Vibra tanto que me asusto, jamás lo había experimentado. Sentado en aquella cima de hielo, rodeado solo por la inmensidad nevada y el horizonte que deja entrever el pequeño barco que nos ha traído, circula por mi una sensación de inmensa soledad acompañada de un sobrecogedor zumbido en mis oídos. No había viento, ni un goteo, ni siquiera un murmullo a lo lejos. Estaba asistiendo por primera vez al ausente pero a la vez intenso ... sonido del silencio
"Escapada a una casa rural", "relax en un balneario", "experiencia lejos de la estresante ciudad" .. Esloganes repetidos hasta la saciedad y que nos autoconvencen de una desconexión a veces irreal. Hemos hecho artificial lo que solo la naturaleza nos regala cuando ella quiere...
- El silencio de la Antártida, el Continente Helado
- El reencuentro en el desierto más cálido del planeta, Desierto Lut en Irán
- La infructuosa búsqueda del sonido del silencio en el Ártico
El silencio de la Antártida, el Continente Helado
Me autoproclamo escéptico del equilibrio entre cuerpo y mente, de todas esas técnicas de relajación, aunque reconozco que sí son capaces de experimentar cambios en aquellos cercanos que las realizan. Quizás algún día llegue mi momento, mientras creo haber encontrado mi propio trance y ahora lo busco allá donde voy sin demasiada fortuna.
Supongo que solo determinados puntos del planeta acumulan esa energía en estado de aislamiento y ausencia de otros condicionantes, capaces de reproducirlo. Así me encontró aquella mañana de Diciembre en Neko Harbour. Posiblemente en el momento que tenía que llegar. Un viaje tras un cambio en mi vida personal, una búsqueda de punto de inflexión, una necesidad de experiencas completamente diferentes a todas las vividas
Aquella pequeña chatarra rusa no aguantaría un año más, aunque sigo recordando con mucho cariño una aventura que cambio mi rumbo, aunque algo (más bien alguien) ya lo había hecho meses atrás. Pero aún así, me abordó por sorpresa.
Descansaba en aquella cima habiendo dejado atrás a esos simpáticos animalitos que amenizaban cualquier desembarco, preciosas esculturas de hielo de icebergs o pequeños (y grandes) "Peritos Morenos" en nuestro ascenso. El solo hecho de mirar el horizonte, las aguas heladas tranquilas a lo lejos o la inmensidad a mi alrededor ya provocaba en mi ese anhelo buscado.
Mis compañeros comenzaron el descenso quedándome solo hasta que sus murmullos se difuminaron. Fue entonces cuando a la soledad se unió el silencio. Sin viento, sin agentes externos, sin vida. Solo un intenso zumbido que vibraba cada vez con más intensidad en mis tímpanos. Era sobrecogedor .. pero a la vez mágico. Algo que jamás hubiese podido describir sin conocerlo, y del que todavía desconocia su existencia
Fueron 2 o 3 minutos hasta que el sonido invasor del desquebraje de un tempano de hielo a lo lejos, fruto del sol, transformó una atmósfera que nunca regresó
El reencuentro en el desierto más cálido del planeta, Desierto Lut en Irán
Pasaron años. Destinos más salvajes y soñados como la Amazonia Peruana, una isla desierta de Maldivas, el Africa Negra, los Mares del Sur o determinados desiertos, alteraban ese silencio con el sonido de la selva, el azote del viento o el oleaje del mar, no menos mágicos, pero diferentes. Y perdí la esperanza...
Desierto Lut. Octubre de 2013. Dicen que hubo un instante en este lugar que recogió la máxima temperatura jamás alcanzada en este planeta (+70ºC). Demasiado estadístico quizás, ¿no? Si es cierto que aquella noche eramos incapaces de dormir de los 33º dentro de nuestra tienda de campaña cobijada por unas rocas del viento que extrañamente se levantaría a media noche.
Pero había sido horas antes, en ausencia de este viento, cuando nos alejamos del 4x4 que habíamos alquilado en Kerman para internarnos en el desierto con intención de explorarlo, es posible que imprudentemente, desatendiendo un poco los consejos y recomendaciones de guías. Era un paraje único, marciano. Algo que extrañamente se ve en el planeta, con aquellos figuras fruto de la erosión de siglos y la inalterable naturaleza que huye del hombre en lugares extremos.
Y de pronto regresó. Cámaras fotográficas apagadas tras una intensa sesión, nos tumbamos a divisar una inmensidad muy diferente a la ántártica pero no de menos belleza. La ausencia de elementos y una serie de factores volvieron a aliarse atrayendo hacia nosotros ese amplificado zumbido de silencio reconocible antes experimentado y que, como una droga, te sumerge en un sentimiento difícil de explicar. Era nuevamente el sonido del silencio, ese que buscaba y no encontraba y que esta vez apenas quiso brindarme unos segundos de su magia.
Tras eso, recuerdo el sonido agradable del fuego, el de la paz de la noche en el desierto en un entorno de millones de estrellas y el de la huida del viento hacia unas rocas cercanas.
La infructuosa búsqueda del sonido del silencio en el Ártico
Aunque los humanos jugamos a ser Dioses en muchas ocasiones, sólo somos un juguete para la naturaleza. Año tras año se asegura de demostrarnos que no somos más que invasores de su inapelable estado salvaje, auténtico, inquebrantable... y que solo ella decide cuando se produce una resplandeciente aurora boreal, una hermosa lluvia de estrellas, un sencillo arcoiris ... un estruendoso sonido de silencio
Nos las prometíamos felices cuando nos tocó aquel viaje al Ártico en primavera de 2014. Iba a ser allí, seguro, reunía todas las condiciones que en ocasiones anteriores habían provocado aquel fenómeno. Rincón aislado y salvaje del planeta, climatología perfecta en Agosto, ausencia de personas...
... pero no quiso venir. No sabemos el motivo, pero la fauna, el viento o la compañía decidió que no era el momento de volver.
No, no os descubro hoy un rincón perdido del planeta del que no haya hablado antes. Tampoco una experiencia diferente o una actividad para descubrir. Hoy simplemente utilizo estas líneas para hablaros de un extraño fenómeno que quiso venir a mi en un determinado momento de mi vida queriéndo decir algo.. pero del que todavía desconozco su significado. Sigo buscando respuestas, porque mi estado de "drogadicto" necesita todavia de algunas de estas dósis...
Isaac (y Paula), allí donde se escucha el silencio