¿Alguna vez has sentido que el tiempo se detiene cuando llegas a un lugar que parece sacado de otra época? Eso es exactamente lo que me pasó cuando nuestro coche comenzó a ascender por las serpenteantes carreteras hacia Nuwara Eliya en Sri Lanka. Después de casi tres horas de curvas mareantes desde Kandy, paradas en las Ramboda Falls y en la plantación de té de Glenloch, no podía creer que estuviéramos a más de 1.800 metros de altura, en pleno corazón tropical de Sri Lanka, y que necesitara ponerme una chaqueta en lo que llaman "la pequeña Inglaterra de Sri Lanka"
La transformación del paisaje durante el viaje fue tan drástica que tuvimos que parar varias veces solo para procesar lo que estábamos viendo. De las palmeras y el calor húmedo de Kandy pasamos a un mar verde de plantaciones de té que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. Nuwara Eliya, conocida cariñosamente como "Little England", nos esperaba con su arquitectura colonial británica, sus jardines perfectamente cuidados y esa atmósfera de club de campo inglés que parece haberse congelado en el tiempo desde 1890.
- Ruta del día: Kandy - Ramboda - Nuwara Eliya
- Planificación y reservas con antelación
- Cómo llegar a Nuwara Eliya desde Kandy
- Kandy, la capital cultural de Sri Lanka
- El viaje por las montañas de Sri Lanka
- Glenloch, inmersión en las plantaciones de té de Sri Lanka
- Ramboda Falls, la cascada más famosa de este trayecto hasta Nuwara Eliya
- Nuwara Eliya, la pequeña Inglaterra de Sri Lanka
- Lago Gregory, un lado artificial creado en 1873
- Explorando el corazón de Little England, Nuwara Eliya
- Victoria Park, el pulmón verde de Nuwara Eliya
- Hill Club, bazares y otros coloridos mercados locales
- Las galerías de la estación de buses de Nuwara Eliya
- Alojamiento y cena colonial en Jetwing St. Andrews
- Check-in en Jetwing St. Andrews: Un Salto a la Época Colonial
Ruta del día: Kandy - Ramboda - Nuwara Eliya
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Tenemos algunas horas por delante aunque hay más formas de llegar a Nuwara Eliya desde Kandy
Cómo llegar a Nuwara Eliya desde Kandy
El trayecto desde Kandy hasta Nuwara Eliya ofrece varias opciones, cada una con su encanto particular.
- El bus público es la opción más económica (200 LKR, 0,60€), pero prepárate para un viaje de 4 horas en condiciones bastante incómodas.
- El tren hasta Nanu Oya (la estación más cercana a 8 km de Nuwara Eliya) cuesta unos 300 LKR (0,90€) y tarda unas 3-4 horas, siendo parte de la famosa ruta ferroviaria más bonita de Sri Lanka.
- Los taxis privados oscilan entre 8.000-10.000 LKR (24-30€).
- El coche con conductor cubre los 76,2 km en 2 horas y 48 minutos
Eso si, si usas alguna de las dos últimas, sal temprano de Kandy para evitar el tráfico. Las curvas son intensas, así que si te mareas fácilmente, siéntate delante y lleva biodramina. Y no olvides meter en la mochila algo de abrigo - la temperatura puede bajar hasta 10°C respecto a Kandy.
Opinión de Isaac
Opinión propia | Esto no te lo cuenta una IA
El tren Kandy - Ella, desafortunadamente, en este Sri Lanka más express no tenía encaje y quedará para un futuro viaje (que ya estoy pensando con las chicas). No obstante, si alguien no sabe de que estoy hablando, el conocido como el tren azul o el tren de Kandy a Ella, recorre una de las rutas ferroviarias más impresionantes del mundo. Este viaje atraviesa exuberantes plantaciones de té, montañas cubiertas de niebla y puentes históricos como el Nine Arch Bridge, ofreciendo vistas panorámicas inigualables. Durante el trayecto, los vagones suelen estar llenos de viajeros locales y turistas que disfrutan asomarse por las puertas abiertas para sentir el viento y tomar fotos espectaculares del paisaje. Más que un simple medio de transporte, este tren se ha convertido en una experiencia imprescindible para quienes visitan la isla.
Kandy, la capital cultural de Sri Lanka
Anoche olvidé cerrar las cortinas de mi ventana por lo que me he despertado muy temprano en el precioso The Theva Residency donde nos alojamos. Así que he puesto a "Perejildo" (mi dron) a volar un rato, ya que tenemos todos los permisos tramitados para todo el viaje. Así se ve Kandy y nuestro alojamiento desde donde hemos dormido y mientras desayunamos.
El grupo está listo. Check-out hecho y bajamos de la calma casi monacal de la colina al bullicio y la fanfarria de una ciudad con todas las de la ley. Estamos de nuevo en Kandy, la segunda ciudad más grande de Sri Lanka, y sin duda, su capital cultural y espiritual con mayúsculas. El contraste es como pasar de un balneario a una discoteca en hora punta. Eso si, me sigue "enamorando" su parque móvil, especialmente tuktuks y autobuses-"pub"
Kandy no es solo un importantísimo centro de peregrinación budista que van al Templo del Diente que visitamos ayer, también es una ciudad con un rico pasado colonial británico, que ha dejado su huella en la arquitectura de muchos de sus edificios, sobre todo en los que rodean el lago y en el casco histórico. Esta mezcla curiosa de fervor religioso, historia de reyes cingaleses con más poder que un emperador romano y ese toque de elegancia colonial británica le da a Kandy un carácter único y una personalidad que engancha.
A pesar del caos circulatorio, que a veces te saca de quicio, la ciudad tiene un encanto especial, una vibración que te invita a perderte por sus callejuelas, a curiosear en sus mercados y, por supuesto, a sumergirte en la profunda espiritualidad que emana de sus templos.
Nuestra primera impresión fue la de una ciudad vibrante, llena de contrastes y con una energía arrolladora. De hecho, no solo aprovechamos para pasear sino también para visitar El templo de Kataragama, otro importante lugar de peregrinación tanto para hindúes como para budistas, dedicado al dios Skanda (conocido como Kataragama Deviyo), una deidad venerada por su poder protector y asociada con la guerra y la victoria.
El lago Kandy, conocido por los locales como Kiri Muhuda o Mar de Leche es el ombligo de la ciudad, un precioso lago artificial que mandó construir allá por 1807 el último rey de Kandy y que hoy es el pulmón verde y el punto de encuentro más famoso. Con su vegetación que parece querer bebérselo y una islita en el centro que le da un toque misterioso, el lago es el corazón que bombea vida a Kandy. A sus orillas se dan la mano edificios coloniales con ese aire británico tan elegante y templos sagrados que te transportan a otro mundo, creando una atmósfera única, cargada de historia y de un "no sé qué" que engancha.
La ciudad, en general, es un hervidero de actividad: mercados callejeros donde te venden desde un clavo hasta un remedio para el mal de ojo, tiendas de souvenirs con más elefantes de madera que en toda la India, y un ir y venir de gente que parece tener prisa por llegar a algún sitio.
El viaje por las montañas de Sri Lanka
El día promete curvas, y no solo en la carretera, así que poco después de las 10.00 AM nos pusimos en carretera rumbo a Nuwara Eliya. Los cocoteros y la vegetación tropical más densa se fueron despidiendo para dar paso a pinos altísimos que parecían rascar el cielo y flanqueaban la carretera. Incluso con paradas tan atípicas como para ver una colonia de murciélagos frugívoros durmiendo, algo más pequeños que los flying fox que vimos en Vanuatu (que allí eran endémicos)
Y entonces, como si hubieran descorrido una cortina mágica, aparecieronlas interminables plantaciones de té, cubriendo las laderas de las montañas como si fueran una alfombra de un verde intenso y aterciopelado que se perdía en el infinito. Es la imagen más icónica de Sri Lanka, la que sale en todas las postales, pero verla en persona es una experiencia que te pone los pelos de punta.
La carretera, como una serpiente perezosa, iba culebreando entre estas plantaciones, regalándote miradores naturales a cada curva. Hasta que paramos, inevitablemente en una de ellas.
Glenloch, inmersión en las plantaciones de té de Sri Lanka
La visita a la fábrica de té Glenloch en Sri Lanka es una de esas experiencias que combinan tradición, sabor y paisajes que parecen salidos de un cuento. El recorrido comienza en el interior de la fábrica, donde te explican paso a paso el proceso de producción del famoso té de Ceilán, desde la recogida manual de las hojas más tiernas hasta el secado, triturado y clasificación. Todo con una maquinaria que combina técnicas centenarias con un toque de modernidad.
Uno de los momentos más especiales es poder ver cómo esas hojas verdes que alguna vez estuvieron en un arbusto, se transformaban en diferentes tipos de té: negro, verde, blanco... También te explican que la diferencia entre ellos no está en la planta, sino en el proceso. Fue una lección apasionante sobre cómo el tiempo y el tratamiento modifican completamente el sabor.
Después del tour técnico, llegó el momento más esperado: la cata. Pero para sorpresa de muchos, no solo probamos tés. Nos ofrecieron varios tipos de chocolates artesanales y hasta cinco o seis variedades de café de producción local. Desde cafés más suaves y florales hasta otros intensos con notas ahumadas. Un auténtico festín para el paladar. Y todo acompañado por las vistas a las colinas onduladas de la zona.
Con el cuerpo ya templado y los sentidos activados, toca caminar entre las plantaciones. El contraste entre la fábrica, con su aroma industrial y su maquinaria ruidosa, y la paz absoluta de las plantaciones al aire libre es total. Aquí el tiempo parecía detenerse.
Salir a dar un paseo entre las propias plantaciones de té fue uno de los momentos más especiales y auténticos de todo el viaje. Las colinas onduladas, cubiertas por ese manto verde e ininterrumpido de plantas de té perfectamente alineadas como si fueran soldados en formación, crean un paisaje de una belleza serena y casi irreal que te deja sin palabras. Y entre ese mar de verdor, como pequeñas pinceladas de color.
Ramboda Falls, la cascada más famosa de este trayecto hasta Nuwara Eliya
El hambre aprieta así que hemos parado a comer muy cerca, en el pueblo de Ramboda, en un lugar llamado Hotel TEA BUSH que también es restaurante aunque, sinceramente, si vas en pareja o siendo menos (al ser grupo siempre es más complicado), hubiera parado en algunos de los puestecillos locales anteriores de comida típica y las mismas vistas. Esa opinión sin desmerecer la panorámica de este lugar...
¿Qué es eso que se ve al fondo? Son posiblemente las cascadas más famosas de Sri Lanka pero ahora os hablo de ella. Antes... ¡a zampar! (es tipo buffet con muchísmos platos diferentes)
Tengo que admitir que el entorno natural es impresionante con vistas a las montañas y a la cascada, la zona ideal para una pausa en ruta entre Kandy y Nuwara Eliya, además de seguir pudiendo probar platos locales de Sri Lanka como opciones internacionales. Otros simplemente paran a tomar un té
Acaba la comida, Hashini nos dijo que tenían una sorpresa para nosotros y nos llevaron hasta el parking superior del Ramboda Falls Hotel (Click Google Maps), donde cambiamos de bus para bajar hasta la recepción y de ahí coger un ascensor que nos dejaba a los pies de esta maravilla.
Otra parada que hicimos fue antes de atravesar el famoso túnel del Ramboda Pass, junto a las Devathurai Ella Falls, un una importante obra de ingeniería que aparece en los billetes de 100 Rupias, inaugurado en 2008, con aproximadamente 225 metros de longitud, facilitando el tránsito al reducir el tiempo y la dificultad del trayecto a través de esta región empinada y sinuosa.
Ah, y para echar la mítica postal de mis viajes en un bonito Post Office que encontramos en la ruta. Oli, en unos días la tienes en casa (esperemos, jaja)
Hay varios miradores no oficiales donde los conductores locales suelen parar así que no dudes en parar allá donde consideres porque las vistas del valle son espectaculares. Si vas en transporte público, el lado derecho del vehículo ofrece las mejores vistas durante la subida.
Nuwara Eliya, la pequeña Inglaterra de Sri Lanka
Cuando nuestro minibus por fin encaró las calles de Nuwara Eliya, eran cerca de las 17:00, y lo primero que nos sacudió, más que el traqueteo final del viaje, fue el cambio de temperatura. El termómetro del salpicadero marcaba 15°C. ¡Quince grados! (muy por debajo de los 30-32 que veniamos acostumbrados). Y con ello.. ¡estas vistas!
El aire fresco y limpio de la montaña, a más de 1.800 metros sobre el nivel del mar, era un auténtico placer para los pulmones. Nuwara Eliya da la bienvenida con una brisa fresca que te espabila los sentidos y te avisa de que has entrado en un mundo completamente diferente al resto de la isla. Este clima más templado y agradable es, precisamente, una de las razones por las que los antiguos colonos británicos la convirtieron en su refugio de montaña particular.
Antes de quedarnos en el corazón de la ciudad, decidimos acercarnos al Lago Gregory, situado a unos 2 kilómetros del centro.
Lago Gregory, un lado artificial creado en 1873
Este lago artificial, creado en 1873 por el gobernador británico Sir William Gregory, se ha convertido en el principal lugar de esparcimiento y recreo tanto para los habitantes de Nuwara Eliya como para los turistas.
El parque que rodea el lago está muy bien cuidado, con senderos perfectos para pasear, zonas verdes para relajarse y un montón de opciones de entretenimiento para todas las edades. Hay también un muelle para alquilar una barca, otras tipo cisne y hasta motosacuáticas. También creo que es recomendable visitarlo por la tarde para poder disfrutar de la puesta de sol sobre el lago, que según dicen, es espectacular aunque nosotros no teníamos tiempo para tanto.
En los alrededores hay varios puestos de comida donde venden mazorcas de maíz asadas y té caliente, perfectos para una merienda improvisada.
Explorando el corazón de Little England, Nuwara Eliya
La tarde en Nuwara Eliya la dedicamos a una de nuestras actividades favoritas: callejear sin rumbo fijo y dejarnos sorprender por la singular arquitectura de la ciudad. Y es que pasear por el centro de este lugar es como hacer un viaje instantáneo en el tiempo, directamente a la Inglaterra victoriana o eduardiana. El edificio más icónico, y probablemente el más fotografiado, es la Oficina de Correos de Nuwara Eliya (Post Office). Esta joya de estilo Tudor, construida en 1894 con sus característicos ladrillos rojos y su torre del reloj, es una auténtica preciosidad y uno de los edificios de correos más antiguos y mejor conservados de Sri Lanka.
Nos quedamos un buen rato admirando sus detalles arquitectónicos: los entramados de madera, las ventanas con parteluces, el tejado inclinado... ¡Parecía sacado de un cuento! Y lo mejor de todo es que sigue siendo una oficina de correos en pleno funcionamiento así que algunos compañeros que todavía no las habían enviado, aprovecharon este momento.
Victoria Park, el pulmón verde de Nuwara Eliya
Muy cerca está el Victoria Park, un remanso de paz y verdor situado a solo unos 15 minutos a pie de nuestro hotel. Este parque, que ocupa unas 27 acres en pleno corazón de la ciudad, es como si hubieran cogido un trocito de la campiña inglesa y lo hubieran trasplantado con sumo cuidado a las montañas de Sri Lanka. Fundado en 1897 para conmemorar el jubileo de diamante de la Reina Victoria, el parque es un auténtico oasis de tranquilidad, perfecto para escapar del (relativo) bullicio de la ciudad. Nosotros no entramos en esta ocasión por falta de tiempo.
Hill Club, bazares y otros coloridos mercados locales
Como contrapunto a tanta elegancia británica están los mercados locaesl de Nuwara Eliya. Aquí es donde la ciudad muestra su cara más auténtica y bulliciosa, donde el legado colonial se mezcla con la vida cingalesa de hoy en día. Puestos repletos de verduras frescas cultivadas en las fértiles tierras altas de la región (zanahorias, puerros, remolachas, coles), montañas de especias aromáticas, y por supuesto, té, mucho té, de todas las variedades, calidades y precios imaginables. También el Bale Bazaar ideal para compra falsificaciones.
Otro de los edificios que llama la atención por su porte señorial es el Hill Club, un antiguo club social británico fundado en 1876 por plantadores de café. Aunque no pudimos entrar porque sigue manteniendo ese aire de exclusividad y es principalmente para socios o huéspedes (a veces permiten visitas limitadas o tomar el té), admirar su imponente fachada blanca, sus cuidados jardines y esa atmósfera de elegancia de otra época desde el exterior ya merece la pena.
Parece el escenario de una novela de época.
Las galerías de la estación de buses de Nuwara Eliya
La estación de autobuses de Nuwara Eliya es uno de los principales puntos de llegada y salida para locales y visitantes en esta ciudad montañosa de Sri Lanka. El edificio principal es funcional y sencillo, rodeado de un bullicio constante de viajeros, vendedores ambulantes y conductores de tuk-tuk que esperan pasajeros.
Lo que me encantó y sorprendió a partes iguales fue ver las galerías y grafitis que componen las zona de espera. Boca abierta es poco...
Tocaba hora de ir poniendo rumbo hacia el que será nuestro alojamiento esta noche porque va a merecer mucho MUCHO la pena.
Alojamiento y cena colonial en Jetwing St. Andrews
Check-in en Jetwing St. Andrews: Un Salto a la Época Colonial
Nuestro alojamiento en Nuwara Eliya es una joya, el Jetwing St Andrew's, que además contribuye enormemente a esa sensación de haber viajado en el tiempo y el espacio. El proceso de check-in fue como cruzar el umbral de una de esas películas británicas de época que tanto nos gustan. El hotel es una impresionante mansión de estilo georgiano, que data nada menos que de 1875, y que ha sido restaurada con un cariño y un respeto por su historia que se nota en cada detalle. Desde el instante en que pones un pie dentro, te envuelve una atmósfera de elegancia clásica, con sus suelos de madera que crujen con ese sonido tan característico, sus muebles antiguos que parecen tener mil historias que contar y esa pátina especial que solo los años pueden dar.
El personal del hotel, vestido con uniformes impecables que parecían sacados de "Arriba y Abajo", nos recibió con una amabilidad exquisita y nos ofreció una taza de té caliente acompañado de unos deliciosos scones recién horneados, un detalle muy británico que agradecimos con el alma después del tute de curvas de la carretera. Ahora bien.. ¡llegaba el turno de nuestra habitación!
Nuestra habitación en el Jetwing St. Andrews era la personificación del encanto colonial combinada con una "casa de muñecas". Todo en la habitación te transportaba a esa atmósfera de club de campo inglés del siglo XIX: los papeles pintados de las paredes, las lámparas de luz cálida que creaban un ambiente acogedor, los pequeños detalles decorativos... Era como si nos hubiéramos colado en la mansión de un antiguo plantador de té británico.
El baño tenía una zona privada con ducha y wc y la pileta formaba parte del mismo recinto que el resto de la habitación.
¿Hablamos de la cena? El broche de oro perfecto para nuestra jornada de inmersión en la "Pequeña Inglaterra" de Sri Lanka. El restaurante principal del Jetwing St. Andrews, conocido como "The Old Course", es un espacio que destila atmósfera colonial por los cuatro costados. Al entrar, te recibe una decoración elegante y sumamente acogedora, con paredes revestidas de madera oscura que le dan un aire señorial, una iluminación tenue y cálida que invita a la conversación sosegada y, lo mejor de todo para una noche fresca en las montañas, ¡una impresionante chimenea de piedra que crepitaba alegremente, llenando el ambiente de calidez y encanto!
La propuesta gastronómica de "The Old Course" nos pareció una fusión muy interesante y bien lograda entre la cocina internacional, con evidentes guiños a la rica herencia británica del lugar, y sutiles pero deliciosos toques de la exótica tradición culinaria de Sri Lanka. Y aunque lo diga tan fino, tenía un hambre que devoraba lo que me pusieran...
Si tuviera que describir Nuwara Eliya con una sola palabra, creo que elegiría "inesperada". Sinceramente, mis expectativas eran las de un pueblo de montaña con encanto, algunos edificios coloniales bonitos y, por supuesto, muchas plantaciones de té. Pero lo que encontré fue mucho más: una auténtica cápsula del tiempo, un rincón de Sri Lanka que parece haberse detenido en plena época del Imperio Británico, con todo su esplendor y su particular flema. Esto, junto a las paradas en Glenloch y Ramboda Falls, ha creado otra día perfecto en una isla donde cada kilómetro es una sorpresa...
Isaac, desde Nuwara Eliya (Sri Lanka)